Novena a la Virgen de Schoenstatt
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Cuarto día: RESPUESTA JUBILOSA DE MARÍA EN EL MAGNIFICAT
“Proclama mi alma las grandezas del Señor
y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”
(Lucas 1, 46-47)
¿Qué tiene que ver el himno de alabanza de María con tu
novena, y el grito suplicante de tu corazón en busca de una
respuesta a tu gran súplica? Ciertamente tú te entregarás en
un fervoroso Magnificat tan pronto obtengas lo que haz
pedido, pero ¿ahora? no, es mucho pedir. ¿Así piensas?
Con el corazón henchido de alegría María proclamó las grandes
obras de Dios. Ella no pensaba que era la predilecta de Dios.
Su alegría se desbordaba al mundo entero, cuya redención
había llegado. “Él ha exaltado a los humildes… Ha
saciado a los hambrientos con buenas cosas”
(Lucas 1, 50). Ella estaba jubilosa por el bien que vendría a
otros.
También en la vida práctica, María revelaba plenamente una
actitud de sensibilidad para ayudar a los necesitados.
Tan pronto como el milagro de los milagros sucedió y el Hijo
de Dios se hizo hombre en su vientre, Ella no permaneció
recluida para adorar al Dios de su corazón, al niño de su vientre,
sino que rápidamente se fué a casa de Isabel, donde puso
manos a la obra.
¡De qué forma tan humana se reveló la Santísima Virgen! Fue allí,
al servicio de otra persona, que cantó su glorioso Magnificat.
Tú te acercas ahora con una gran súplica. Tal vez estés
decepcionado de Dios y de los hombres, o te encuentras
atormentado por un profundo conflicto interno. O tal vez haya
muchos obstáculos frente a ti. ¿Cómo vas a tener tiempo de
preocuparte por alguien más? Tienes bastantes problemas
propios, demasiadas preocupaciones. Nadie se va a ocupar de
resolver tus problemas. ¿No es ésta tu manera de pensar? Tal
vez en ocasiones te has indignado, entristecido, encelado, o
has envidiado la buena fortuna de otros y ahora te encuentras
enojado con tu Dios.
Tal vez la Santísima Virgen te pueda dar alguna enseñanza en
su Magnificat ¿Acaso no te habla de servir y ayudar
desinteresadamente? ¿Por qué no tratar, a pesar de tus propias
penas y preocupaciones, de llevar un poquito de felicidad a
otros y de ser verdaderamente amable y caritativo con la mirada,
con palabras y con hechos? Pide por los demás. Haciendo esto
pronto descubrirás profunda felicidad en medio de tu sufrimiento,
tal como lo ha escrito San Pablo: “Yo reboso de alegría en
mis tribulaciones” (II Corintios 7, 4)
Oración
Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de
Schoenstatt, tú has cantado tu Magnificat porque el Señor
te eligió como Madre, y porque por medio de tu maternidad
te convertiste en sierva de todos. Obtén para mí la gracia de
cargar mi sufrimiento con alegría y de servir siempre a otros
con la esperanza de que Dios me conceda mi petición a través
de tu poderosa intercesión, ¡Oh Madre, Reina y Victoriosa Tres
Veces Admirable de Schoenstatt!
Amén.
Ejercicio
Trata de ser alegre y amigable en tu trabajo hoy. Usa todas las
oportunidades para servir a otros.
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